Chile podría llegar a la Luna, según un ambicioso plan, amparado bajo el alero de Israel, que tendría el objetivo de pisar, ni más ni menos, el lado oculto del satélite natural. Esto no es algo sacado de la alocada mente de algún autor de ciencia ficción o cyberpunk, ni mucho menos un eco de la carrera espacial de la Guerra Fría. Es un proyecto sofisticado, advierten los expertos.
El nombre: Beresheet 2, un proyecto de la ONG israelí SpaceIL, sin fines de lucro, que tiene el propósito de lanzar una nave espacial para que orbite la Luna, y a su vez lograr el aterrizaje de dos módulos lunares, uno en el lado visible y otro en el siempre misterioso lado oculto de la Luna.
“Es el proyecto de unos locos”. Así es como define Shimon Sarid, CEO de SpaceIL, el proyecto Beresheet 2, ya que cuenta con un presupuesto pequeño pero con muchos voluntarios, pero algo que es aún más importante: un sueño y una pasión, basada en desafiar la tecnología e inspirar a nuevas generaciones de astrónomos, astrofísicos, ingenieros espaciales y, por qué no, astronautas.
“Más del 90% de su presupuesto es de donaciones. Son 120 millones de dólares, una fracción de lo que gastan Estados, que son billones de dólares, aquí lo hacemos por 120 y ya hemos recaudado más del 80%, pero todo sin fines de lucro”, indicó Sarid.
En Chile, los especialistas aplauden una iniciativa como esta. “Estamos frente a una oportunidad única y, si bien no hemos avanzado en una carrera espacial estructurada, creo que la posibilidad de hacer alianzas es una virtud que nuestro país no puede desarrollar”, advierte Ricardo Georgin, astrónomo chileno, con estudios especializados en la superficie lunar, quien en conversación con Infobae describió lo que debería ser un objetivo de la exploración.
“Lo más sorprendente, e innovador, es la propuesta de ir más allá y considerar el lado oscuro de la Luna como objeto de identificación. Porque no se trata de un lugar escondido en el universo, es un lugar que nosotros desde la tierra no podemos ver, por una cuestión física y de movimiento. Por lo tanto, recoger información novedosa sobre composición de la superficie lunar, donde ya sabemos que existe una mezcla de polvo y rocas, desde donde se pueden identificar minerales como el aluminio y el calcio. Creo que lo que aportaría una investigación como esta, con Chile como protagonista es que se identifique lo que desde los estudios se supone que existe, y que es la existencia de platino”. Entro los recursos, advierte Georgin, también habría hierro y titanio, y varios materiales desconocidos descritos como REM (Rare Earth Materials).
Beresheet 2, por su parte, tiene su génesis en un proyecto anterior de SpaceIL, hace más de 10 años. Todo comenzó en 2007, cuando Google implementó el premio Google Lunar XPrize, que premiaría con 20 millones de dólares al primer equipo privado en lograr un alunizaje, viajar 500 metros sobre la superficie lunar y transmitir un video e imágenes en HD hacia la tierra, para el disfrute de los terrestres curiosos. La fecha límite para lograr un alunizaje, sin embargo, era el año 2014, o sea, había solo siete años para concretar un viaje de 384.000 kilómetros.
Cuando los jóvenes israelíes Yariv Bash, Kfir Damari y Yonatan Winetraub tuvieron conocimiento de esta competencia, que tenía aroma de proeza, fundaron SpaceIL en 2011, la ONG que se encargaría de construir el dispositivo.
En ese sentido, si bien Google suspendió varias veces la fecha límite, hasta marzo de 2018, por diversos motivos, ningún equipo logró lanzar su dispositivo a esa fecha. Pero a pesar de ello, el equipo israelí siguió adelante. Finalmente, el 22 de febrero de 2019 se produjo el lanzamiento del módulo lunar Beresheet, la primera misión privada en llegar a la Luna. Lamentablemente, un error de último momento hizo que el aterrizaje no fuera a la velocidad adecuada, y el módulo se estrelló en vez de lograr un alunizaje controlado. Parecía el término de aquella proeza.
No obstante, Israel fue el cuarto país en el mundo en aterrizar en la Luna, con un presupuesto de solo 100 millones de dólares de donaciones. Cuando terminó el primer proyecto, los fundadores pensaron “¿ahora qué?”, y su propuesta fue subir de nivel. Decidieron mirar en grande y crearon el proyecto Beresheet 2, desconociendo el impacto internacional que tendría hasta hoy.
Es en ese contexto que Beresheet, ahora con apoyo internacional, comenzó a pensar en una alianza en el hemisferio sur, y puso sus ojos en Chile, debido a su desarrollo institucional y académico, así también porque ya existía una relación en temas del espacio, a través del Programa Satelital de Chile.
A la fecha, nueve países han logrado orbitar la Luna, cinco han logrado aterrizarla, y solo uno ha llegado al lado oscuro de esta. Ahora, Chile tiene la posibilidad de convertirse en el próximo país, junto a Israel, de sumarse a todas estas categorías, logrando un hecho inédito e histórico: el de ser el segundo país en aterrizar en el lado más lejano de la Luna, ese que ha inspirado obras musicales, como el ‘The Dark Side of the Moon’, de Pink Floyd, y las más desquiciadas teorías conspirativas.
Beresheet 2, de hecho, ya cuenta con el apoyo de la NASA en Estados Unidos, de la Agencia Espacial de Alemania (DLR por sus siglas en alemán) y de los Emiratos Árabes Unidos. También existen conversaciones con Australia, Francia, Marruecos, Suecia y Suiza para que ingresen al nivel educativo o científico del proyecto.
De este modo, la alianza con Chile avanzaría a un nivel superior. La propuesta, en sí, busca convertirlo en socio integral de la misión, con participación de cuatro a cinco ingenieros chilenos que colaboren en el diseño, la arquitectura, la ejecución y todo lo que conlleva llevar a cabo el proyecto. Además, una de las naves modulares llevaría la bandera de Chile.
Uno de los más connotados astrónomos, el profesor José Maza Sancho, en contexto de su charla sobre la luna expone: “Convengamos que la llegada del hombre a la luna fue el episodio que nos cambió la vida. Fue una revolución, (…) el celular, por ejemplo, no existiría si no se hubiera soñado con que el hombre llegara a la luna. Si los economistas hubieran decidido sobre el retorno de ir a la luna, quizás no lo hubieran ejecutado, pero el retorno fue inimaginable. Esta historia que empezó hace más de 60 años, el 4 de octubre de 1957, cuando desde la URSS, lanzaron el Sputnik-1, cuando se empezaba a materializar un sueño que venía incubándose desde la literatura, inclusive, tuvo un final que nos cambió. Entonces, la carerra espacial que propuso EE.UU. y la URSS tenía como fin llegar a la luna”. Proponer a Chile en un plan de investigación y convertirlo en uno de los países que llegó a la luna es un avance, porque a juicio del experto, “Chile no está en capacidad de lanzar un satélite”, advierte.
El proyecto que incluye a Chile, a su vez, contempla un componente educativo para el país, que mediante este hito busca inspirar a la juventud a interesarse en la ciencia y el espacio mediante diversos programas académicos innovadores a nivel escolar y universitario, para todas las edades. Este efecto, de acuerdo a especialistas, impactaría positivamente en el futuro de la educación chilena.
El CEO de SpaceIL explica que eligieron Chile por distintas razones. Primero, porque el país ya posee un programa espacial y tiene intenciones de mejorar sus capacidades aéreas y/o aeronáuticas. En segundo lugar, Chile e Israel gozan de una cooperación internacional hace décadas. Y, por último, “Chile ya es un líder regional en materia de espacio y es el más avanzado en el hemisferio sur. Esto le va a dar un salto a otro nivel en el mundo”, manifestó Sarid.
En resumen, Chile deberá cooperar con el 12,5% del total del presupuesto, lo que equivale a 15 millones de dólares, por ese motivo, Shimon Sarid visitó el país entre el 21 y 23 de marzo, con una extensa agenda de reuniones con diversos actores relevantes, a nivel de ministros y subsecretarios en las carteras de Defensa, Relaciones Exteriores, Ciencias y Tecnología, Bienes Nacionales, Transportes y Comunicaciones, así como con senadores y diputados, la Academia Chilena de Ciencias y la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.
Ahora, el paso final, la aventura cósmica, depende netamente de Chile, de si desea colaborar o no con el proyecto Beresheet 2. El plazo para dar respuesta es a fines de mayo, y el lanzamiento de la nave está previsto entre junio y agosto de 2025. Solo queda esperar la respuesta de Chile, y con ello, saber si la nación sudamericana podrá pisar la superficie lunar.
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