Si bien todavía no dio los primeros pasos formales, la nueva conducción del Banco Central ya tiene en carpeta la emisión de nuevos billetes de denominación sensiblemente mayor a los actuales, cuyo poder adquisitivo queda cada vez más bajo por culpa de la inflación y de la inexplicable decisión de la gestión anterior de no actualizar sus valores.
“El tema no se pudo tratar todavía en el Directorio porque hasta ahora todos los temas fueron los de mayor urgencia. Por eso no hay precisiones, ni se sabe cuáles serán las nuevas denominaciones, pero el tema se analizará en las próximas semanas”, explicó una fuente del BCRA, en medio de una urgencia indisimulable: el billete de mayor denominación vale algo más de 2 dólares y la Argentina enfrenta un inédito salto inflacionario para los próximos meses.
De hecho, el plan de imprimir billetes de 100, 200 y 500 pesos con imágenes de próceres, para reemplazar a los animales, fue desactivado por razones obvias. Solamente el de $1.000, con la imagen de San Martín, llegó a la calle para coexistir con el del hornero; el resto no se producirá.
¿De qué valores se habla?
Quienes conocen de cerca el manejo de los billetes aseguran que $20.000 y $50.000 es la denominación indicada. Si se opta por valores de $5.000 o $10.000, considerando el tiempo de producción, cuando salgan a la calle el cambio casi no va a notarse. Aún cuando suene excesivo, un billete máximo de $50.000 es lo más razonable según los expertos. Hoy equivale a 50 dólares.
Cuando apareció el billete de $500 (junio de 2016) valía 33 dólares; cuando empezó a circular del de $1.000 (diciembre de 2017) valía 58 dólares.
Queda abierto un punto: la diferencia que existiría entre $2.000 y su inmediato de $20.000 probablemente se cubra más adelante con papeles de $5.000 o $10.000, aunque todos estos cálculos que hoy se hacen en el Central dependerán de como evolucione la inflación.
¿En cuánto tiempo?
Ese es el punto más complejo. En el BCRA afirman que el proceso no se inició. Y el tiempo habitual para que un billete nuevo llegue a la calle va a de 6 a 9 meses, incluyendo desde el diseño, los pasos legales, la producción y la distribución.
“Si sale todo muy bien, podría llegar para junio, cuando se pagan los aguinaldos y la demanda de dinero es más fuerte”, explican en una tesorería de un banco líder. Antes, imposible. El otro pico estacional en el que los bancos necesitan más billetes es el actual, diciembre, por el pago de aguinaldos, bonos y el giro comercial de las fiestas, pero se asegura que no hubo problemas de provisión. Sí hay problemas para el público y las empresas, que se quejan en forma constante por tener un billete máximo con un poder de compra tan bajo.
La urgencia por un nuevo billete es indisimulable: el de mayor denominación vale apenas algo más de 2 dólares y la Argentina enfrenta un inédito salto inflacionario para los próximos meses
En los próximos meses, los encargados de la provisión de efectivo esperan dos acciones contrapuestas. Por un lado, la inflación creciente exigirá una mayor cantidad de billetes en la calle; pero a la vez, se espera que esa inflación genere un parate económico, lo que siempre reduce los pedidos de efectivo que los bancos suelen hacer al BCRA. Sí esos dos fenómenos se compensan entre sí, explican, podría atravesarse sin problemas el tiempo que llevará producir los nuevos billetes.
¿Quién los hace?
Encargarlos al exterior podría acelerar los tiempos en relación a lo que puede tardar la Casa de la Moneda y es lo que vino ocurriendo con la producción en forma reciente: este año se encargaron billetes de $1.000 a Francia y Malta.
La Casa de la Moneda, por otra parte, ni siquiera tiene presidente. Su último titular, Angel Elettore, presentó su renuncia el 7 de diciembre, la cual fue aceptada de inmediato por Alberto Fernández. El organismo está en manos de las dos integrantes que completan su directorio y, según indica la ley, una representa al BCRA, Cristina Tchintian, y otra representa al ministerio de Defensa, Marina Pecar. Ambas fueron designadas oportunamente por Miguel Pesce y Jorge Taiana, respectivamente.
De esa forma, la Casa de la Moneda está conducida por dos directoras designadas por el gobierno anterior. La nueva administración no dio señales acerca de quiénes serán sus nuevas autoridades. Y como en todo organismo público, el clima que se respira por estos días no es el mejor: la intención oficial de recortar gastos y transformar las Sociedades del Estado en sociedades anónimas, no pasan inadvertidas.
Toda la producción de Casa de la Moneda está volcada a los papeles de 1.000 y 2.000 pesos, y a la mayor velocidad posible. Los billetes de menor denominación, pensados con mayor interés en reemplazar por próceres a los animales elegidos durante el macrismo que en facilitar el uso del efectivo para los actores económicos, ya no serán producidos.
En diciembre de 2019, a pocos días de asumir su cargo, el ex presidente del Banco Central Miguel Pesce anunció que se analizaba lanzar billetes de $2.000 y $5.000. Poco después, la idea se desactivó por decisión de Cristina Kirchner. Al igual que durante su propio Gobierno, en el que se opuso a lanzar un billete superior a $100, la entonces vicepresidenta prefirió no admitir que la inflación requería un valor más alto.
El billete de $2.000 recién salió a la calle en mayo de este año. Pero antes, en mayo de 2022, se materializó la decisión de volver a los próceres. Para el Gobierno, no fue un anuncio menor: junto a Pesce, participó el propio Alberto Fernández, y la entonces titular de la AFIP Mercedes Marcó del Pont. Insólitamente se mantuvieron los mismos valores, de $1.000, $500, $200 y $100, a pesar de que en ese mes la inflación fue superior al 5% mensual y al 60% interanual.
Solamente los de $1.000 llegaron a los bolsillos de los argentinos. El resto, con imágenes de Eva Perón ($100), Martín Miguel de Güemes y Juana Azurduy ($200) y Manuel Belgrano y María Remedios del Valle ($500) no solo nunca se imprimieron sino que ni siquiera se resolvió su diseño definitivo. Sólo se elaboró el boceto que acompañó a la difusión del lanzamiento.
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