Cuando las políticas económicas de un país son tan diferentes de un gobierno a otro, las curvas de las estadísticas terminan marcando con claridad una especie de radiografía de cada uno. La industria automotriz argentina tuvo en los últimos dos gobiernos, política diametralmente opuestas.
Durante los cuatro años de Mauricio Macri, la curva de los autos importados subió casi hasta el 75%, mientras que la de los vehículos fabricados en las 13 plantas argentinas tocaba un piso del 25%. En contrapartida, con en la administración de Alberto Fernández, ambas curvas se acercaron en el primer año y desde el segundo se invirtieron completamente hasta quedar con un 78% de vehículos nacionales contra un 22% de autos que provenían desde el exterior.
Desde la asunción de Javier Milei, la tendencia volvió a cambiar, y tan sólo en medio año de gobierno, las cifras ya están cercanas nuevamente, encontrándose en el medio de las gráficas, y aunque todavía no se volvieron a cruzar en el camino en el que una sube y la otra baja, los números de mayo la industria automotriz argentina muestran que la proporción de autos nacionales e importados está muy cerca de un empate técnico que puede decantar hacia uno u otro lado por pocas unidades.
“Si se lo mira así, daría la sensación de estar ante políticas que atentan contra la producción y el empleo en las fábricas argentinas y a favor de los importadores. Pero esa es una mirada muy parcial y equivocada”, dijo a Infobae un alto ejecutivo de una terminal automotriz al analizar la situación del mercado local con las cifras de mayo cerradas.
“La realidad es que un mercado chico como el argentino no justifica tener 13 fábricas de autos. Esto no es la primera vez que se dice y a nadie puede sorprender. La única explicación para que exista la producción local de vehículos es que se puedan exportar. Si fuera solo para abastecer el mercado nacional, no se justificaría la inversión de montar plantas en ningún caso y serían todos autos importados, probablemente de Brasil, que tiene un mercado cuatro veces más grande. Por esa razón es la insistencia de la industria reclamando mejores condiciones para exportar. Porque es en la exportación donde está el verdadero ingreso de divisas para sostener no sólo los empleos de la industria de forma directa, sino también los proveedores de segunda y tercera línea”, explicó.
Suena crudo, especialmente para los defensores de la industria nacional, que se enorgullecen al fomentar la mano de obra argentina y atacar la importación de autos. Pero hay dos variables que no se pueden desconocer. La primera es que autos importados no significa necesariamente autos europeos, asiáticos o norteamericanos, reservados solo para compradores de alto poder adquisitivo. De hecho, con las cifras de mayo, los autos nacionales representan un 53% del total de unidades vendidas desde que empezó el año 2024, mientras que los importados suman un 47% entre los que provienen de países de la región como Brasil, Uruguay, Colombia y México, y los que llegan desde lo que se conoce como extra zona.
Esos autos que dominan la categoría de los “extranjeros”, son lo que traen las propias terminales que fabrican en Argentina, y llegan con arancel 0% de importación, y representan un 43% del total del mercado, mientras el restante 4% paga un 35% de arancel para ser nacionalizados y vendidos en nuestro mercado. Pero los autos regionales son necesarios para que se puedan exportar los que se producen en las plantas nacionales. Es la famosa balanza comercial, sin la cual no podrían funcionar las operaciones de la mayoría de las marcas con fábricas en Argentina. “Por esa razón, combatir la importación regional no es algo que beneficiará a los argentinos, sino casi podría decirse que es como pegarse un tiro en el pie. Ese tipo de políticas nos perjudica”, dijo la misma fuente intentando explicar la razón para que el comercio de importaciones y exportaciones tenga que ser defendido prioritariamente en relación con la defensa del suministro para el mercado interno.
La segunda variable que tampoco se puede desconocer, es que los autos fabricados en las planta argentinas, tienen un alto componente de elementos importados también, que va desde el 50 al 70%. Es decir que en el mejor de los casos, en Argentina se fabrica sólo el 50% del vehículo. Si se combate la importación, se afecta a las plantas nacionales, lo que se pudo comprobar el año pasado, cuando el gobierno frenaba las SIRA (permisos discrecionales de importación), y retenía los pagos para las que se habían hecho. Lo que ocurrió fue que se paró completamente la producción alternativamente en casi todas las fábricas en algún momento por falta de insumos críticos.
Hace pocas semanas, en el pre-lanzamiento de un nuevo modelo del que todavía no se pueden dar mayores detalles, uno de los datos más llamativos fue que cuando se comience la producción en serie, ese automóvil tendrá un 60% de componentes locales. Sin embargo, ante la pregunta respecto a si esa condición de local significaba Argentina, la respuesta fue que no, que significaba Argentina y Brasil. Por esto, el equilibrio de modelos nacionales y de modelos provenientes de Brasil es fundamental, y con la apertura de las importaciones libremente, han empezado a llegar otra vez unidades de ese país al nuestro.
“Sin exportaciones, no habría fábricas argentinas de autos. Y sin fábricas argentinas, habría una enorme pérdida de empleos. Por eso defendemos las exportaciones. Y para que haya exportaciones tiene que haber también importaciones de otras fábricas de cada marca que produce en Argentina. Pero para que baje el precio de los autos locales, la única manera de hacerlo es eliminando impuestos. Los descuentos se pueden sostener un tiempo y es para no perder la fidelidad de los clientes, pero no se puede mantener así todo un año, ni siquiera ocho meses”, finalizó el ejecutivo.
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