Dicen que a las personas les gusta escuchar historias porque retrotraen a esa época de la niñez en la que los cuentos de los padres para dormirse daban lugar a los relatos de los abuelos, sus vivencias y recuerdos de un tiempo que los nietos no conocieron.
También dicen que los autos son cajas de sorpresas, llenas de historias, porque fueron el vehículo con el que las familias construyeron su vida, crecieron y vivieron buena parte de sus momentos más trascendentes.
Quizás este sea el secreto que explique el fenómeno social que es Autoclásica, la exposición de autos más grande de Sudamérica, y que este año, en su vigésimo primera edición en los jardines y arboledas del hipódromo de San Isidro, ha superado los 1.200 vehículos entre autos y motos y ha recibido la visita de miles de visitantes aprovechando que por primera vez tuvo 5 días de extensión para aprovechar el fin de semana XXL con viernes y lunes feriados. El viernes, primero de los días no laborales de la exposición, a las 13 horas se debió cerrar el estacionamiento porque ya no tenía capacidad.
No hay fábricas, sino clubes o asociaciones, que exponen sus joyas mecánicas con el cariño y cuidado que sólo los amantes de los autos pueden tener por ellos. Y la variedad es total. Hay clubes de autos tan disímiles como los Fiat Iava, los Ford V8, Mini Cooper o Torino. Una carpa de Ford Racing donde se exhiben autos de carrera de la marca del óvalo de todos los tiempos.
Los Fórmula 3 de las temporadas internacionales de la década del 60; los autos del Museo Fangio de Balcarce, entre los que se puede mirar en detalle un Renault Turbo de Fórmula 1 de la temporada 1981; el stand del Automóvil Club Argentino con el Brabham de Fórmula 2 europea de Carlos Reutemann o el nuevo prototipo de TC2000 para la temporada 2024; la “Plaza de Rally”, donde se exhiben autos de los años 80, 90 y de la primera década de este siglo; el Stand del auto argentino conocido como el Justicialista; el de los Renault Gordini o los Henkel. La cantidad de opciones es interminable.
No es tan fácil lograr una convocatoria multitudinaria en un evento temático al aire libre en los tiempos que corren. La cantidad de ofertas de entretenimiento virtual que tienen las personas es un fuerte contrapeso para una exposición estática como puede ser una feria de automóviles. El dato más apropiado para comprobarlo, es la preocupante crisis que padecen los salones internacionales del automóvil.
Se pudo comprobar el año pasado con el Salón de París o este año con el de Detroit, ambos con menos asistentes de expositores y público respecto a las ediciones previas. Peor aún le ha ido al Salón de Ginebra, que luego de la interrupción causada por la pandemia ya no volvió a abrir sus puertas y terminó trasladándose a Qatar, insólitamente conservando su nombre.
La era digital y la necesidad de una interacción con los automóviles han sido los argumentos que encontraron los expertos para responder a esa falta de interés, y la necesidad de cambiar el formato, parece ser la única salida posible para no pasar al olvido.
Autoclásica, en cambio, tiene un imán muy particular. Son las historias de las personas y los autos las que lo generan. Lo organiza el Club de Automóviles Clásicos de la República Argentina, lo que automáticamente asegura que en su gran extensión se encuentren joyas mecánicas de comienzos del siglo pasado, pero con el correr de los años y el interés que despertó en la gente, rápidamente fue incorporando motos y autos más modernos, exposiciones temáticas por marcas con ejemplares de todas las épocas, autos de carrera históricos, y autos especiales modificados.
Con solo pasear por los distintos stands y escuchar los diálogos entre padres e hijos, entre amigos o parejas, ese espíritu está latente. Incluso se escuchan otros idiomas también. Muchos puestos de gastronomía debajo de los árboles y stands de artistas plásticos como Fuel Art, o las zonas de moto Jumble y auto Jumble también son un gran punto de encuentro.
Para completar el marco festivo, mezclados entre ellos como un visitante más, los espectadores se pueden cruzar con pilotos de automovilismo de todas las épocas, desde estrellas de los años 70 hasta el más famoso de los actuales deportistas argentinos que compite en una de las categorías más importantes del mundo, como es el arrecifeño Agustín Canapino, piloto de Indycar que este año participó de las 500 millas de Indianápolis.
Este año, como ocurre frecuentemente en cada edición, hay aniversarios de muchas marcas que festejar, como los 120 años de Ford, 110 años de Aston Martin, los 75 años de Porsche, los 70 del Chevrolet Corvette, o los 60 años de la creación de Lamborghini.
Los organizadores se han asegurado que la historia de esos autos esté reflejada con unidades originales de todas las épocas, permitiendo a los asistentes, apreciar la evolución de los modelos a través de los años.
Pasa con los Porsche, desde el 356 al último 911; pasa con los Ford, que muestra desde los primeros modelos T hasta los últimos Mustang; también con los Aston Martin, entre los que sobresale el auto de James Bond, un DB5 de color verde inglés que lo hace más británico aún que el gris que usó Sean Connery en Goldfinger; y pasa con una extensa colección de Corvettes impecables que unen 1953 con la actualidad.
El camino recorrido por Autoclásica tiene similitudes con el del Festival de Goodwood en Inglaterra. Comenzó como una reunión para ver en acción los autos de carrera de otras épocas, y su éxito lo llevó a convertirse en una de las exposiciones estática y dinámica, más importantes del mudo, donde las marcas actuales presentan nuevos modelos del mismo modo que lo hacen en un Salón del automóvil. Puede ser una señal de los tiempos que vienen, donde lo clásico y lo moderno encuentran un punto de unión a través de los autos y las motos.
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