(Video que muestra el momento del asesinato. Crédito: Lane County District Attorney)De nueva cuenta un homicidio involucró a policías estadounidenses. Charles Landeros, un hombre de 30 años con ascendencia latina y filipina, fue asesinado enfrente de su hija a manos de un oficial.Hasta el momento los policías involucrados en el asesinato del hombre de 30 años no han sido sancionados, pues las autoridades justificaron su actuar diciendo que lo hicieron en "defensa propia" .El incidente ocurrió el viernes 11 de enero en una de las entradas de la escuela secundaria Cascade Middle School, situada en la ciudad de Eugene, la segunda más grande del estado de Oregón.Eran aproximadamente las 10:30 horas cuando Charles Landeros estaba en uno de los accesos del plantel escolar. El hombre se encontraba ahí porque estaba tratando de solucionar un problema relacionado con la custodia de una de sus hijas.Landeros junto al policía que lo sacó del plantel (Foto: Captura)Sin embargo, los policías de la escuela le pidieron que se retirara del lugar y en ese momento el sujeto comenzó a protestar.El video del momento, captado por la cámara del policía que asesinó a Charles Landeros, muestra cuando los dos oficiales lo sacaron a la fuerza del plantel. Segundos antes, el hombre se había exaltado porque había visto a su hija caminando por uno de los pasillos de la escuela.Tras algunos forcejeos, uno de los policías le dijo a Landeros que estaba bajo arresto y después intentó someterlo contra la pared para inmovilizarlo.Pero fue en ese momento cuando todo se salió de control. Las imágenes muestran cuando el hombre cayó al suelo y segundos después sacó una pistola 9 milímetros. Poco después se escucharon un par de disparos.Aunque en el video no se puede apreciar el momento con precisión, según las autoridades, Charles Landeros disparó en dos ocasiones hacia donde estaba el oficial Steve Timm.La cámara captó cuando Landeros desenfundó una pistola (Foto: Captura)El policía, quien resultó ileso, supuestamente respondió la agresión y le disparó en la cabeza a Landeros. Ese único impacto bastó para matarlo.Patty Perlow, fiscal a cargo del caso, dijo que los agentes actuaron adecuadamente y que su actuar estuvo justificado. También señaló que ambos intervinieron de manera apropiada al retirar a Landeros de la escuela. Agregó que había motivos para arrestarlo por "conducta desordenada" y "allanamiento"."El oficial Timm salvó la vida del oficial Johns, la suya y probablemente la de muchos otros, dada la cantidad de disparos que Charles Landeros había detonado con su arma", explicó la fiscal en un comunicado.Según la fiscal, además de la pistola que llevaba escondida en el pantalón, el hombre también tenía una mochila cargada con más municiones de diferente calibre. Sin embargo, después confesó que la víctima tenía una licencia para llevar armas de fuego.Landeros tenía permiso para portar armas de fuego (Foto: Captura)Patty Perlow también confirmó que todo ocurrió frente a la hija de Landeros, quien a pesar de estar involucrada no apareció en ningún momento del clip. Lo único que se pudo apreciar fue la mirada que le lanzó su padre, antes de que los policías lo sacaran por la fuerza.La defensa de la víctima, por su parte, mencionó que contrataron a expertos para revisar el tiroteo detalladamente.El abogado defensor emitió una declaración el jueves, en la que sugirió que los antecedentes de la víctima y su origen étnico podrían haber desempeñado un papel importante en su muerte. La declaración decía que Landeros era "un activista que se oponía a la brutalidad policial y que tenía ascendencia mexicana y filipina".Quién era Charles LanderosCharles Landeros se mudó a Eugene en 1989. Se graduó de la escuela secundaria Willamette en 2006, y después sirvió 6 años en el ejército como mecánico de helicópteros. Según sus familiares, llegó a participar en conflictos en Irak y Afganistán.Landeros tenía varios años viviendo en Eugene (Foto: Facebook)En 2012 dejó el ejército y se inscribió en la Universidad de Oregón, donde se especializó en políticas públicas y administración. Después fue instructor de armas y fundador del Community Armed Self-Defense, un grupo que se dedicaba a dar clases de cómo usar armas de fuego para personas de color y de la comunidad LGBTQ.Supuestamente, durante la investigación del caso, el departamento de la policía encontró en el Facebook de Landeros un post que decía: "Muerte a todos los cerdos (policías)".De acuerdo con los primeros reportes, él se había divorciado de su ex mujer Shayla, con quien compartía la custodia de sus dos hijas.Según la fiscal Perlow, el hombre inscribió a una de las niñas en Cascade Middle School, días antes de ocurriera el incidente, y sin decirle nada a su ex esposa.Shayla, la esposa de la víctima (Foto: Facebook)Sin embargo, cuando la mujer se enteró, decidió ir a la escuela para hablar con los directivos y mostrarles los papeles de la custodia.La institución escolar, por su parte, llamó también a Landeros y solicitó la presencia de los oficiales encargados de la seguridad, pues supuestamente "es normal llamar a la policía cada vez que hay una disputa relacionada con una custodia".Perlow detalló que el oficial Timm examinó los papeles de la custodia y habló con los padres por separado.La versión que dijo Landeros fue que tanto él como su ex esposa "compartían la custodia de las niñas". Sin embargo, según la fiscal, los términos del divorcio de la pareja establecen que, si bien los padres comparten la custodia conjunta de los dos hijos, el hogar de la madre sería la residencia principal de los niños y ella tendrá la autoridad final para tomar decisiones relacionadas con la atención médica, la educación y la religión de los menores."La conversación fue respetuosa entre el oficial Timm y Charles Landeros, aunque el policía expresó su preocupación por el hecho de que habría un problema si la madre ejercía su derecho a retirar a la niña de la escuela", dijo Perlow.Poco después de la reunión el hombre dejó la oficina, pero se quedó en el pasillo para protestar por la orden del oficial. Minutos más tarde fue asesinado enfrente de su hija.
Twitter es una de las apps más utilizadas en smartphones (Reuters)Amigos, reporteros, familiares: es hora de que todos los periodistas consideremos desligarnos de lo que sucede a diario en Twitter, la red social más nociva del mundo.No tienes que renunciar a ella por completo, pues eso es imposible en el negocio actual de las noticias. Mejor publica menos e investiga más."Nunca tuitees" es un meme irónico en Twitter, algo que la gente de los medios dice para reconocer lo inútil que es pensar en abandonar esa plataforma en la que todas las noticias aparecen primero. Quiero sugerir otro significado: "Nunca tuitees" debe ser una aspiración, un paso necesario hacia mejorar la relación entre los medios y el mundo digital.Desde luego, adopté este complejo de superioridad porque acabamos de vivir una semana terrible en internet. A lo largo del fin de semana —gracias en gran parte a la amplificación en Twitter— unos jóvenes de bachillerato provenientes de Kentucky, ataviados con gorras rojas con el lema de Trump "Hagamos a Estados Unidos grandioso de nuevo", y la discusión sobre si habían acosado o no a un anciano nativoestadounidense durante una manifestación en Washington eclipsaron las demás noticias.Al principio, la muchedumbre de Twitter fue tras los niños de la Escuela Preparatoria Católica de Covington. Después, conforme surgieron más detalles sobre el incidente, una turba fue tras las personas que habían ido tras los niños. Nadie ganó; al final todo el asunto se trató de poco más que un escándalo partidista y divisorio.Tan solo fue otro fin de semana en Twitter. Sin embargo, en sus altibajos, la historia sobre Covington dejó clara una cosa: Twitter está afectando al periodismo estadounidense.El incidente de Covington ilustra la manera en que, a diario, la red social favorita de los medios sumerge cada vez más a los periodistas en el melodrama tribal, lo cual hace cortocircuito con nuestros mejores instintos y favorece el pensamiento de grupo basado en los bots y las masas. Durante este proceso, se ayuda a aumentar los estereotipos más dañinos de nuestra profesión. En vez de volverlos cronistas curiosos e intelectualmente honestos de los asuntos de la humanidad, Twitter constantemente convierte a muchas personas de los medios —me incluyo— en bots irracionales de la indignación que reaccionan por instinto después de adoptar tal o cual causa llena de etiquetas, misivas presidenciales mal escritas o campañas de información dirigida.Jóvenes se burlaron de un anciano nativo americano que participaba de una protesta en Kentucky (Foto: Especial)Sin embargo, Twitter no solo arruina la imagen de los medios. También sesga nuestro periodismo. Todos los elementos de la interfaz de Twitter fomentan una mentalidad que se opone a la indagación periodística: favorece la forma por encima del contenido y los argumentos baratos por encima del debate razonado mientras reduce el alcance temporal de la prensa.En la ráfaga inicial de indignación sobre los niños de Covington, antes de que se dieran a conocer más detalles, muchos en los medios —quienes desde entonces han confesado que debieron esperar un poco más— se enfrascaron en la riña. Dijeron cosas que no debieron. Ignoraron las ideas más mesuradas, frías y discrepantes, pues la ola de resentimiento en Twitter nos vuelve estrechos de miras y desalienta la empatía. Nunca hay tiempo para esperar antes de lanzar tus opiniones: el miedo de quedarte atrás (la sensibilidad principal de esa red social) requiere que todos den su opinión antes de que se sepa gran cosa, porque para cuando surge más información, Twitter ya habrá pasado a otro asunto.No me interesa argumentar sobre los sucesos relacionados con los niños de Covington. He leído y visto por lo menos media decena de recuentos y, en medio de la densa neblina de los videos capturados por móviles, no estoy seguro de qué paso exactamente. La historia parece bastante complicada para dedicarle un análisis cuidadoso, pero no es de sorprender que nadie la haya examinado como es debido en los pocos momentos que revisé Twitter el pasado fin de semana.Confieso que cuando vi el video de un adolescente sonriente que veía con desprecio a un anciano que tocaba un tambor, yo también me sentí indignado. Mis ideas políticas me sesgaron en contra de los jóvenes, así como algo en su engreimiento y certidumbre —parece que imitaban el movimiento de un hacha con la mano y lucían gorras para demostrar su apoyo a un presidente racista— confirmó todo lo que pensaba sobre la fealdad de nuestra época trumpiana.En el pasado, habría acompañado a los demás en los medios que no pudieron contener su indignación. Habría tuiteado mi opinión tonta —como lo hice con Justine Sacco y cuando sin querer comuniqué desinformación extraída de las radios de los policías después del bombardeo del Maratón de Boston, como lo he hecho demasiadas veces para contarlas todas— y me habría sentido muy superior moralmente mientras me llegaban todos los me gusta.La única razón por la que no me convertí en un payaso esta vez es porque he reducido significativamente la cantidad de tiempo que paso en Twitter y —además de promover mis propios artículos y comunicarme con mis lectores— ya casi nunca tuiteo sobre las noticias.Comencé a dejar de tuitear el año pasado, no porque sea moralmente superior a otros periodistas, sino porque me preocupaba ser más débil.He sido adicto a Twitter desde que surgió. Durante años, tuiteé todas las ideas geniales y estúpidas que se me ocurrían, en cualquier momento y en cualquier lugar; tuiteé desde mi boda y durante el nacimiento de mis hijos, y había pocas cosas más placenteras en la vida que pasar el rato en Twitter, viendo las noticias más recientes mientras se daban a conocer.No obstante, esa red social ya no es un club desenfadado para el periodismo. En cambio, es el epicentro de una guerra imparable de información, un estadio de gladiadores con una gestión tan mala que casi es cómica, un lugar en el que los activistas, los artistas de la desinformación, los políticos y los publicistas se reúnen para dirigir e influenciar el mundo mediático más amplio.Para un periodista, ignorar ese caos requiere de una gran fortaleza interior. Me di cuenta de que Twitter me quitaba todo mi tiempo, mi energía y sabía que, tarde o temprano, metería la pata. En el fondo, sospecho que a muchos les preocupa lo mismo.Tienen razón. Twitter nos arruinará y es hora de detenernos.Copyright: 2019 New York Times News Service.