No importa si se trata de una gran superficie de venta o un típico almacén de barrio, la tensión por el aumento de precios y también la urgencia se hace cada vez más palpable. Tras unos primeros días que en los que el impacto por el sorpresivo saltó del dólar dispuesto por el Banco Central generó un impasse en la afluencia de clientes a los supermercados, ayer por la tarde el movimiento cambió. La premura por anticiparse a los aumentos y, tal vez, conseguir los productos de Precios Justos con una suba de apenas 5% hizo reaccionar a los consumidores que, al menos según relataron a Infobae en una de las principales cadenas del segmento más masivo, concurrieron hoy a los locales en “una proporción notoriamente mayor a la del miércoles de la semana pasada”.
“Los supermercados tenemos que respetar el acuerdo con el Gobierno e, incluso los electrodomésticos, aumentaron sólo 5%. Es natural que venga más público. Pero recién esta tarde (por ayer) se empezó a sentir”, aseguró un directivo del sector, que afirma que no se aplicaron aumentos de listas por encima de lo anunciado en la conferencia de prensa que encabezó el martes por la noche el nuevo negociador del programa, Guillermo Michel.
En los comercios más pequeños, la realidad tiene matices respecto de lo qué pasa en las grandes superficies. Ahí el cara a cara con los consumidores se vuelve más intenso y, en algunos casos, aflora el enojo. “¿Por qué no nos anunciaron lo que iban a hacer, un aumento tan agresivo del dólar, si ya lo sabían desde la semana pasada?”, se preguntó con algo de impotencia Fernando Savore, titular de la Federación de Almaceneros. El comerciante describió una variedad de situaciones que sintetizan lo que ocurre en los barrios. “Nada se salvó de al menos un aumento de 20 por ciento”, dijo. También relató que “cuando el cliente viene a nuestro negocio y se encuentra con eso, se enoja, desconfía. Y la confianza es el principal capital que tiene un comerciante”, se lamentó.
Igual que en los supermercados, los faltantes empiezan a ser un problema. “No tengo producto”, dice.A pesar de eso, según el relevamiento informal entre sus asociados, el movimiento de clientes todavía no se resiente aunque descartó que se trate de un fenómeno de acopio o stockeo porque los bolsillos están castigados.
Y es que no sólo los consumidores están confundidos, también los comerciantes están desorientados. La escena se repite en zonas comerciales de Once, donde un mantero le advierte a otro que está vendiendo muy barato, o en negocios del centro de localidades más alejadas de la Ciudad de Buenos Aires. El dueño de una papelera de Pilar, por ejemplo, comparte el dilema al que se enfrenta: “Si subo mucho el precio, el cliente no vuelve o empieza a buscar. Si lo dejo barato, por supuesto que va a volver porque le dejé una buena imagen, pero pierdo plata y no voy a poder venderle igual de barato la próxima vez”, se sincera. Por ahora, lo resuelve remarcando aleatoriamente algunos productos más que otros porque, además, está falto de referencia. “No puedo saber si en dos cuadras, ese mismo rollo de papel o platos de cartón están 10% más baratos o 15% más caro. Es así, todo un gran lío”, concluyó.
El comerciante coincide que, en situaciones habituales, lo normal sería aumentar. Sin embargo, tal como ocurre en otras zonas comerciales, directamente no se muestra el precio y muchos dejan los valores viejos advirtiendo que, al llegar a la caja, se les cobrará con un aumento que puede llegar al el 30 por ciento.
Por supuesto que en muchos otros comercios, particularmente en el rubro electrónicos, la opción es no vender o desprenderse de lo menos posible. “Remarcar es cansador, desde el lunes ya lo hice tres veces, no es viable”, contó ayer una vendedora a este medio en una recorrida por distintos barrios.
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