En la década de los 70 un padre y su hija llegaron a la ciudad de Monterrey, Nuevo León, con la esperanza de tener una vida tranquila. La menor, afectada por una parálisis, se encontraba postrada en una silla de ruedas, por lo que en un acto de amor incondicional, su papá había decido regalarle una casa con las condiciones idóneas para que pudiera moverse libremente en su interior.
El hombre contactó al mejor arquitecto de la ciudad, quien le propuso construir una enorme casa de diseño cilíndrico, completamente interconectada con rampas, para que la niña pudiera desplazarse cómodamente.
La construcción del innovador hogar empezó de inmediato. Decenas de albañiles fueron reunidos para la tarea. La gente trabajaba hasta altas horas de la noche para terminar la construcción en cuanto antes.
Pasaron los meses, y conforme comenzaba a levantarse la estructura, la tensión y un miedo inexplicable se comenzó a apoderar de ellos. De pronto, todo empeoró. Empezaron a desaparecer herramientas, los albañiles se culpaban entre ellos sin encontrar ninguna explicación lógica a lo que ocurría.
La tensión fue tanta que se convocó a una reunión después de la hora laboral para platicar lo que sucedía a fin de encontrar una solución. Las horas pasaron, los albañiles se emborracharon y acordaron no presentarse al día siguiente.
Sólo tres personas se mantuvieron medianamente sobrios, y fueron ellos quienes llegaron al día siguiente a continuar con las labores de construcción. Dos de los empleados se quedaron a arreglar el piso de abajo mientras que el tercero fue asignado al piso de arriba.
Todo fue muy rápido, nadie supo exactamente cómo sucedió, pero repentinamente, se escuchó un grito de terror. Los trabajadores que estaban abajo reconocieron la voz de su compañero, pero antes de poder acudir en su ayuda, escucharon el azote de un cuerpo contra el concreto. El hombre yacía muerto sobre el piso y en sus ojos se veía la marca del terror, como si, justo antes de morir, hubiera visto a un ser infernal.
Las autoridades llegaron el sitio y dictaminaron que había sido un accidente laboral. Nadie dijo nada y la gente volvió a trabajar. De saber lo que sucedería, jamás habrían vuelto.
Poco tiempo después de la tragedia, otro albañil cayó inexplicablemente por una de las ventanas. Cuenta la leyenda, que antes de morir le dijo a sus colegas: "no quiere que estemos aquí".
Invadidos por el miedo, muchos de los hombres renunciaron, pero la construcción no paró. El padre estaba empeñado en terminar la casa soñada de su hija.
Un día la llevó, le enseño el sitio donde pasaría sus días con ella. Sin embargo, en un descuido, desapareció. Inexplicablemente logró llegar al piso mas alto de la edificación. Minutos después,se escuchó un ruido estrepitoso; la silla de ruedas se deslizó por una de las rampas haciendo que la niña saliera volando por la ventana.
El padre salió corriendo a su encuentro y ahí estaba ella, la fuente de todo su amor y sueños, muerta en la casa que la resguardaría. Embriagado de dolor, el padre se suicidó en el mismo sitio.
Durante 40 años nadie más volvió al sitio. La construcción fue abandonada, aunque no faltó el aventurero que se adentró y perdió entre sus pasillos. Así fue hasta 2016, año en el que el terreno fue comprado por una firma de arquitectos para remodelar el lugar.
Su demolición dio inicio al fin de una leyenda, sin embargo, hasta el día de hoy todavía hay vecinos de la localidad que aseguran escuchar gritos provenientes la niña que murió ahí.
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