“Manejamos como vivimos”, dijo el creador del Observatorio Vial Latinoamericano (Ovilam), Fabián Pons, hace unos meses a Infobae en el marco de una nota que pretendía saber si los argentinos no conocemos las leyes de tránsito o si simplemente no las respetamos.
Una de las mejores formas de comprobarlo es observar lo que ocurre cuando un argentino viaja al exterior y debe conducir, ya que en general, lo hace dentro de las normas viales, esas mismas que no respeta en su propio país. Es triste pero real. Y eso confirma que no es un tema sólo de educación sino un modo de vivir.
El Día Nacional de la Seguridad Vial se instauró el 10 de junio, porque en el año 1945 fue esa la fecha en la que se cambió el sentido de tránsito en el país. Hasta entonces se conducía por la izquierda, como actualmente ocurre en Inglaterra y otros 55 países, y desde las cero horas de ese domingo, se pasó a manejar por la derecha. El proceso fue lento y bastante traumático, porque la mayoría de los automóviles todavía traían el volante también a la derecha, por lo que los conductores quedaban muy alejados de la mano contraria en las calles de doble circulación.
La génesis de instaurar un día en especial para que todos reflexionemos sobre la forma en que conducimos e interactuamos con los demás en las calles, no es privativa de Argentina. A nivel global también se celebra la Semana Mundial de las Naciones Unidas para la Seguridad Vial en el mes de mayo. Este año fue en la tercera semana, entre los días 15 y el 21 de mayo. En el mundo entero, la preocupación por la cantidad de víctimas del tránsito es una preocupación y una ocupación. Medidas como reducir la velocidad máxima de 40 a 30 km/h en muchos países o municipios europeos ha dado resultado, porque precisamente es el exceso de velocidad la principal causa de accidentes viales.
¿Qué pueden hacer ciudadanos para contribuir a una mejor seguridad vial sin tener que esperar que las acciones provengan de los gobiernos u organismos oficiales?
1 – Respetar la velocidad máxima
Como generalidad, la Ley Nacional de Tránsito dice que la velocidad máxima en zona urbana es de 40 km/h para calles y de 60 km/h para avenidas. Pero según cada jurisdicción estos valores pueden ser de 30 km/h para calles o de 70 km/h para avenidas. Cuando se trata de zonas escolares, la velocidad máxima es de 20 km/h. En autovías urbanas es más complejo estandarizarlo, pero puede ser desde 80 km/h hasta 100 km/h, y en autopistas entre 100km/h y 130 km/h. Siempre hay que estar atentos a la señalización, incluso circulando por la misma vía, porque cambian las velocidades de acuerdo a las zonas por las que atraviesa.
A veces es algo molesto tener que pasar por determinadas partes del recorrido en las que la velocidad parece muy baja para el flujo de tránsito, especialmente en ciertos horarios, pero siempre hay que entender que las normas son generalidades, no se puede tener una distinta velocidad para cada horario ni para cada calle.
2 – Respetar las indicaciones del semáforo
Parece muy simple pero aun así es la segunda falta de tránsito más reiterada. El semáforo es un ordenador del tránsito muy necesario, que nació como una respuesta a la necesidad de evitar colisiones en las esquinas. Hoy, con los contadores de cuenta regresiva que cada día se siguen incrementando como complemento visual de las luces, es más sencillo aún.
El semáforo en rojo tiene que ser “sagrado”. No puede haber atisbo de duda en respetarlo o no. Rojo prohíbe el paso, pero más importante aún, habilita el paso a peatones y a los automovilistas que cruzan transversalmente. El amarillo está para colaborar con que se respete el rojo. No debe ser tomado como una invitación a acelerar sino como un aviso para frenar. Se cruza bajo esta señalización sólo cuando en el momento de empezar a atravesar una calle, acaba de cambiar el verde por el amarillo, pero si aproximándose a una esquina, la luz ya está de este color, hay que frenar.
3 – Señalizar las maniobras
Parte del escenario vial cotidiano es la interacción con los demás vehículos que circulan por las calles. Los cambios de dirección, cambios de carril, las detenciones anticipadas en lugares en los que el tránsito no se detiene normalmente salvo por imprevistos mecánicos, por un incidente adelante o simplemente para estacionar o ingresar a un garage o una estación de servicio, son causales de accidentes porque cortan imprevistamente el flujo del tránsito.
Para que estas maniobras no sorprendan a quiénes están detrás, simplemente hay que advertirlas con la mayor anticipación posible. Si se va a cambiar de carril o se va a doblar un la siguiente esquina, la luz de giro hay que colocarla al menos media cuadra antes, de modo de dar tiempo a quién viene unos metros atrás, a estar atento tanto sea por reducir su velocidad o dejar mayor espacio. Si se va a detener por completo, colocar balizas unos metros antes, permitirá que quiénes están alrededor puedan preparar la maniobra correctamente y sin sobresaltos para ellos y los terceros. Si cualquiera de ambas situaciones ocurre en una ruta, el aviso es más importante aún, porque la velocidad de circulación es más alta y requiere más tiempo para no provocar una maniobra peligrosa.
4 – Respetar las prioridades
Los peatones primero y las bicicletas después, son quienes tienen prioridad de paso por razones obvias: su indefensión física en comparación con la de un automóvil. Si al llegar a una esquina hay personas comenzando a cruzar o a punto de hacerlo, se debe frenar el vehículo para que lo puedan hacer. Lo mismo sucede al doblar una esquina, cuando los peatones están comenzando a cruzar porque los habilita el semáforo específico para ellos. Hay que esperar y luego pasar.
Las prioridades no son sólo referidas a los peatones y ciclistas o usuarios de monopatines. Entre los automóviles también. Si se llega en una situación de simultaneidad relativa a una esquina sin semáforo, la prioridad la tiene que viene del lado derecho, por lo que quién está a la izquierda debe frenar. En cambio, si la intersección es la de una calle con una avenida, tanto de uno como de dos sentidos de circulación, la prioridad la tiene siempre quién viene por la avenida, incluso si viene desde la izquierda. En una rotonda, la prioridad la tiene quien ya está circulando por la misma y quién ingresa debe esperar que pase por delante suyo. No es correcto entrar a una rotonda y obligar a quién viene transitando por ella a frenar.
5 – Hacerse visibles para todos
No es una norma en sí misma, sino una condición que contribuye a mejorar la situación vial general. Es muy distinto ver un vehículo con suficiente distancia que verlo a último momento. Para eso, es fundamental conducir con luces encendidas siempre, en todo momento, y no únicamente de noche. Tanto de día como de noche, las luces bajas aseguran ser vistos incluso para quiénes no dedican tiempo a mirar si viene alguien. Se da en un peatón, pero también en el espejo retrovisor de otro automovilista o al llegar a una intersección.
Por la noche es más importante aún, porque además refuerzan la visión para quién va en el vehículo mismo, pero lamentablemente es muy común ver autos que en plena ciudad, aprovechando que el alumbrado público permite ver el camino sin dificultad, van de noche con las luces apagadas o sólo las de posición o estacionamiento. De hecho, suele verse esa situación con los taxis, que circulan a baja velocidad sin luces encendidas para que los eventuales pasajeros vean mejor si el auto está disponible.
Pero hacerse visibles también es una responsabilidad, porque en el otro extremo están aquellos que van con luces altas encendidas, sin darse cuenta que al encandilar a otros automovilistas, pueden ocasionar que no vean a un peatón o un ciclista que va delante suyo.
6 – No usar el celular al conducir
La distracción al volante puede ser fatal porque mientras los ojos salen del parabrisas, el pie derecho sigue apoyado en el acelerador. Un auto pesa entre 1.500 y 2.000 kilos y la inercia depende de la velocidad. No ser consiente de esa masa que avanza sin nadie que esté mirando su recorrido, aunque sea por tres segundos es alarmante, y quizás por eso ocurre cada vez con mayor frecuencia. La innecesaria urgencia por leer y/o contestar un mensaje de pasa a ser una absoluta insignificancia ante un accidente de tránsito y sus consecuencias. Y muchísimo más ridícula es cuando se lesiona o causa la muerte a otra persona.
El apuro es mal consejero, tanto sea por no respetar la velocidad al conducir, como por no poder esperar que sea seguro comunicarse con otra persona por medio del teléfono móvil. Sólo hay que tener conciencia del riesgo y saber que un momento de distracción puede cambiarle la vida a uno o a un tercero y actuar en consecuencia.
La Seguridad Vial se construye entre todos. No sólo entre quienes van en un vehículo motorizado, sino también entre los peatones y ciclistas. Si todos contemplan al otro, todo puede ser mejor. Porque un automovilista tiene un “arma” en sus manos, pero un peatón que cruza una calle aislado con sus auriculares escuchando música, o uno que lo hace mirando la pantalla de su teléfono celular sin levantar la vista tampoco contribuye, y lo mismo ocurre cuando un ciclista cruza un semáforo en rojo yendo por la misma calle que los automóviles, que sí se detuvieron con la luz de alto.
“La Argentina sufre un problema cultural en todos los ámbitos y la seguridad vial no escapa al problema cultural. Hemos perdido valores culturales, y justamente el tránsito en el valor del respeto al prójimo. Y la Ley Nacional de Tránsito está basada en ese principio. La forma de recuperar esos valores es trabajando en planes de corto, mediano y largo plazo, basados en la educación, concientización, el control, la sanción y la legislación inteligente. Pero además hay que generar una ley de tránsito nueva. En mayo se cumplieron 29 años desde la creación de la ley actual, cuando en Europa se actualizan cada 3 ó 4 años. Y además hay que trabajar mucho en el otorgamiento de licencias de conducir. Lamentablemente no se está haciendo esto, entonces el 10 de junio, que es un día dedicado a reflexionar sobre la seguridad vial, no te lleva a reflexionar sobre cosas muy positivas”, dice hoy Pons, respecto al Día Nacional de la Seguridad Vial.
Según el Informe de siniestralidad vial fatal del 2022, que es la última publicación de la Dirección Nacional de Observatorio Vial del Ministerio de Transporte de la Nación, el año anterior se registraron 3.415 siniestros viales fatales en Argentina, de los cuales resultaron 3.828 víctimas fatales en el lugar del hecho. Esto implica una tasa de 9,4 accidentes con víctimas fatales por día y de 10,5 fallecidos diariamente en esos accidentes. El número podría significar una reducción comparado con los datos de años anteriores, pero no es así. Porque las cifras de anteriores contemplan los fallecidos como consecuencia de accidentes fatales en general, y no sólo en el lugar del hecho.
La tasa que publica la organización sin fines de lucro “Luchemos por la Vida” respecto a 2022 muestra una cifra de 6.184 fallecidos en accidentes viales, lo que arroja un promedio de 17 por día, que es mayor a la de 2021, cuando fueron 5.957 personas que perdieron la vida en siniestros viales.
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